Monday, September 30, 2024

El empirismo de John Locke

Imagina a John Locke, en la Inglaterra del siglo XVII, un hombre genial, pragmático y muy curioso (ya les dije que era médico y famoso como cirujano), paseando por los jardines frondosos de Oxford o acaso recluido en su estudio rodeado de libros. Harto de las especulaciones abstractas de filósofos como Descartes, que construyen castillos en el aire con ideas innatas y razón pura, Locke decide emprender su propia búsqueda: ¿de dónde viene realmente el conocimiento humano? 

No en sueños demoníacos ni en intuiciones divinas, sino en la tierra firme de la experiencia cotidiana. 

Comienza cuestionando las "ideas innatas" defendidas por Descartes. ¿Será cierto que un niño nace con las verdades grabadas en el alma... ¿Dios o el bien y el mal? Locke concluye que esta no puede ser toda la verdad. No es que la razón cartesiana no tenga sentido. El asunto es que Descartes no le da importancia a la experiencia. Para él, los sentidos son engañosos. 

NO, LA EXPERIENCIA ES FUNDAMENTAL. 

Es entonces que Locke propone en su famoso libro An Essay On Human Understanding que la mente es una tabula rasa (una pizarra en blanco), vacía al nacer, esperando que el mundo la escriba. Todo conocimiento surge de los sentidos: primero, las sensaciones simples: como el calor del sol en la piel o el rojo de una manzana, que imprimen "ideas simples" en la mente. Luego, la reflexión interna, como combinar esas ideas en complejas, forjando conceptos de causa, efecto o sustancia.

Pero Locke no es bobo. Sabe que los sentidos pueden engañar, como un bastón torcido en el agua. Aquí entra su realismo representativo: Los humanos no percibimos el mundo directamente, sino a través de "ideas" que lo representan. Vienen a ser como cuadros en una galería mental. 

Estas ideas provienen de cualidades primarias (sólidez, forma y movimiento) existentes en los objetos mismos y cualidades secundarias (subjetivas, como color o sabor u olor, que dependen de nuestra percepción). 

Tomemos como ejemplo una manzana. Aquí tenemos cualidades primarias: solidez de la manzana, forma: redonda. Y cualidades secundarias: el color rojizo, el sabor agridulce de la manzana, su olor, etc.  

Así, el empirismo se revela como un puente confiable entre el yo y la realidad externa: no hay conocimiento sin experiencia, y la razón solo organiza lo que los sentidos entregan. De esta odisea humilde y observadora, Locke emerge con una filosofía anclada en lo tangible, un antídoto al escepticismo cartesiano, proclamando que el entendimiento humano es un explorador, no un oráculo innato.

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